Stanford se mantiene con las admisiones tradicionales.
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La Universidad de Stanford ha confirmado que sus políticas de admisiones para el otoño de 2026 seguirán considerando el estatus de legado, una decisión que podría influir en el acceso a uno de los principales pipelines de talento de Silicon Valley. Stanford también está terminando su política de opción de exámenes, requiriendo puntuaciones de SAT o ACT por primera vez desde 2021.
Según el Stanford Daily, la universidad está tan comprometida con mantener las preferencias de legado que está retirándose del programa Cal Grant de California, renunciando a la ayuda financiera del estado en lugar de cumplir con la legislación firmada por el gobernador Gavin Newsom el otoño pasado — Asamblea Bill 1780 — que prohíbe las admisiones de legado. La universidad promete reemplazar esa financiación con su propio dinero.
Esto importa mucho más allá de Palo Alto. Stanford ha sido el punto de partida para innumerables líderes tecnológicos, desde los fundadores de Google, Nvidia, Snap y Netflix hasta otros destacados CEO y VCs. Con las admisiones de legado intactas, los hijos de la élite de Silicon Valley arguably mantienen una ventaja en el acceso a la red que ha impulsado numerosos auges tecnológicos.
El retorno de los requisitos de exámenes añade otro giro, potencialmente favoreciendo a los estudiantes con recursos para la preparación de exámenes. Mientras que los defensores creen que mantiene los estándares académicos, los críticos argumentan que, para una industria construida sobre la retórica de la meritocracia, las decisiones de Stanford representan un paso en la dirección equivocada — reinstaurando barreras estandarizadas y perpetuando la desigualdad.
Stanford anunció el año pasado su decisión de revertir su decisión de 2021 de eliminar los exámenes estandarizados como requisito de admisión. Que la universidad continuará considerando el estatus de legado se reveló esta semana en los nuevos criterios de admisión.
Las políticas adquieren una importancia adicional dado que las universidades dependen financieramente del apoyo de los antiguos alumnos. Las donaciones de los antiguos alumnos son grandes contribuyentes financieros a las instituciones educativas, especialmente a las universidades de la Ivy League. Por ejemplo, la Universidad de Princeton recibió casi la mitad de sus donaciones — 46.6% — de los antiguos alumnos en el año académico 2022-2023.
En Stanford, la mayoría de las donaciones se dirigen a la donación anual a través de The Stanford Fund, que gasta el dinero inmediatamente en operaciones actuales, ayuda financiera y otros programas; o se proporcionan — con mayor frecuencia — como regalos a la inmensa cartera de Stanford (gestionada por Stanford Management Company), que gasta aproximadamente el 5% anualmente en operaciones universitarias, representando aproximadamente el 22% de su presupuesto operativo.
Las universidades dependen aún más de las donaciones de antiguos alumnos cuando enfrentan presiones financieras externas, y las nuevas políticas federales que afectan la educación superior han creado problemas presupuestarios imprevistos y sin precedentes para instituciones como Stanford.
Stanford confirmó al San Francisco Chronicle la semana pasada que despedirá permanentemente a 363 empleados, que es casi el 2% de su fuerza laboral administrativa y técnica, debido a lo que los funcionarios describen como “incertidumbre económica continua” y “cambios anticipados en la política federal.” Esto incluye, entre otros, un aumento significativo en los impuestos sobre la cartera, del 1.4% al 8%, incluido en la “Big Beautiful Bill” firmada en ley el mes pasado.
Ese aumento de impuestos solo costará a Stanford un estimado de $750 millones anuales.
